CONSIDERACIONES FINALES Volver
La pérdida de competitividad del trigo argentino y los menores precios que el mismo recibe en los mercados internacionales se trasladan indefectiblemente a menores precios obtenidos por los productores y a menor ingreso de divisas para el país.

Nuestros principales competidores están en condiciones de ofrecer una variedad de trigos capaces de adecuarse a distintos requerimientos de uso. Hasta el momento, el trigo argentino, si bien ha llegado a muchos destinos desde el punto de vista cuantitativo, concentra sus ventas en América del Sur y en Africa, mientras que otros países son prácticamente inexistentes como clientes.

La Región de América del Sur reconoce en el MERCOSUR y en la cercanía geográfica, los dos factores que permiten que el grueso de nuestras colocaciones externas se realicen en esta región. Los destinos africanos están ligados principalmente a las ventas realizadas sobre los meses inmediatos a la cosecha, en los cuales compite con el trigo blando francés y muchas veces con precios inferiores al mismo.

La comercialización de trigo en Argentina ha estado ligada históricamente al concepto de “mezcla” y de “pérdida de identidad”, pero la realidad actual del mercado internacional ya no es la misma. Se han producido profundos cambios principalmente desde el punto de vista de la demanda que han modificado las reglas de juego y establecido un nuevo escenario de comercialización mundial en el que la diferenciación de los trigos comienza a cumplir un rol fundamental.

Proyecciones de producción recientes hablan de la posibilidad que en pocos años, Argentina alcance un piso de cosecha de 100 millones de toneladas de granos. En volúmenes en esos niveles, es dable esperar que el trigo pueda participar con alrededor de 20 millones de tons de producción anual. Si estimamos que el consumo interno siga evolucionando como hasta ahora, Argentina contaría entonces con excedentes exportables anuales de alrededor de 13,0/14,0 millones de toneladas para volcar en el mercado internacional, cifra que consolidaría definitivamente la imagen de nuestro país como importante exportador de trigo en el mundo, al menos en cuanto a volumen se refiere.

Ahora bien, hasta el momento y salvo algunas pocas excepciones, Argentina ha vendido solamente trigo pan sin ningún tipo de diferenciación, digamos trigo “clase única”. Existen en el mundo y más precisamente en los países competidores, diferentes clases de trigo y dentro de las mismas, diferentes subclases y diferentes grados. Todas estas alternativas permiten una amplia variedad en la oferta y determinan que frente a ellas, el trigo argentino pierda competitividad y como consecuencia directa, obtenga menores precios y le sean negados destinos importantes.

El camino de la diferenciación en nuestro trigo duro y la posibilidad de contar con otras clases de trigo, como por ejemplo trigo blando o trigo blanco, parecería ser una forma posible de aumentar la competitividad del cereal argentino en el mundo, ya que de hecho muchos países han logrado posicionarse en el comercio internacional a partir de una oferta diferenciada. Frente a esta decisión, nos enfrentamos a una situación que hasta el momento parece tener muchas más asignaturas pendientes que las ya aprobadas, al tiempo de necesitar un cambio de rumbo importante desde el mismo inicio de la cadena triguera, es decir, desde la actual política de semillas hasta el embarque hacia el país de destino.

Sin embargo y después de haber escuchado en extenso a todos los sectores involucrados en la cadena triguera argentina, por encima de las lógicas desavenencias existe un acuerdo tácito general en que algo hay que hacer y que hay que hacerlo ya.

Esto no implica necesariamente que sea menester lograr en poco tiempo que la totalidad del trigo argentino sea diferenciado, pero si es necesario mostrar que se ha iniciado un camino en ese sentido. No tiene sentido seguir discutiendo si es necesario que exista una prima para diferenciar, como sostienen a algunos sectores de la comercialización o que primero debe generarse la oferta para poder aspirar a obtener una prima, como difundimos desde el Programa Nacional de Calidad de Trigo. Esta discusión no tiene ningún final y nos ha llevado a un laberinto sin salida, mientras la competitividad de nuestros trigos sigue en picada.

El sector oficial ha dado el puntapié inicial de lo que promete ser un partido muy intenso y muy largo, pero lo ha hecho en el convencimiento que es el camino correcto, pero que además, no puede transitarlo solo, sino que necesariamente el sector privado debe acompañarlo para ir avanzando en forma consolidada.

Como dijera hace muchos siglos el filósofo chino, Lao Tsé, “una jornada de mil kilómetros comienza con un solo paso”.