Existen prácticas para disminuir los riesgos de depredación. Por ejemplo, mantener y proteger la fauna local ayuda a que los carnívoros se alimenten de estas presas y desalienta el ataque al ganado. En este sentido, los campos sobrepastoreados, en los que trabaja poco personal, sin presencia de perros entrenados y con escasas recorridas de control, son más susceptibles de ser predados, que aquellos campos con buena cobertura de pasturas y un manejo de mayor calidad.
En ovinos y caprinos, proteger las categorías más susceptible. Por ejemplo con las hembras en época de parición y los animales jóvenes, ubicándolos cerca de viviendas o zonas que los puesteros recorran de manera regular y/o realizar encierros nocturnos en corrales diseñados para evitar el acceso de carnívoros.
El uso se herramientas biológicas, como es el perro protector de ganado (PPG), el burro o la llama, al combinarse con las herramientas físicas (utilización de alambrados, los eléctricos, luces y sonidos disuasivos, etc.), se potencian entre sí. Sin embargo para mitigar el impacto por depredación, independientemente de cuan eficientes sean las mismas, deberán siempre estar bajo la supervisión de personas.