“Siempre me interesó la agroecología” dice Romina Mele. Ingeniera agrónoma, egresada de la Universidad Nacional de La Plata, cuenta que a la semana de recibida empezó a trabajar en el Ministerio de Desarrollo Social de la Provincia de Buenos Aires, evaluando huertas comunitarias para un proyecto de financiamiento. De ahí pasó a Desarrollo Social pero de Nación, luego de recibir una beca para una maestría en Economía Social. “Fui a trabajar al NOA, un laburo muy lindo, con una cultura diferente, con otros tiempos”, recuerda. Y luego fue al INTA.
En total, Romina tiene 21 años de servicio en el Estado, e ingresó a la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca en el 2009. Hoy trabaja en el Instituto Nacional de la Agricultura Familiar, Campesina e Indígena (INAFCI) en el equipo central haciendo formulación, evaluación y seguimiento de proyectos, y en la confección de Registros como el de la Agricultura Familiar.
Hoy el equipo central está en La Plata, y luego hay técnicos de terreno. El INAFCI tiene coordinaciones en todas las provincias. “La nuestra se encarga de toda la Provincia de Buenos Aires y tenemos técnicos en todos lados”, explica.
“Soy primera generación de universitarios”
Romina describe la situación actual: “Trabajamos con población de agricultura familiar, agricultores y sus familias, poco capitalizados, incluso vulnerables, en lo que es el cinturón frutihortícola de La Plata y Gran La Plata, uno de los más importantes del país. Es población muy perjudicada por las inclemencias climáticas, además de otros elementos como la expansión de los countries. Todo esto complica cada vez más mantener los ciclos productivos. Termina ocurriendo que viene un granizo o lluvia muy fuerte y se les vienen los invernáculos encima, se pudren plantas, etc.”.
Por eso se trabaja con un Programa de asistencia crítica, destinado a productores que fueron afectados con algún problema particular. Esto viene desde la pandemia, y atiende a la especificidad de cada producción. “Por ejemplo los productores florícolas estaban complicados, no podían salir a vender. Los hortícolas, en cambio, tenían productos de primera necesidad, entonces tuvimos que hacer un laburo fuerte de incorporarlos al Registro Nacional de Agricultura Familiar (Renaf), porque al estar incorporado eso validaba que podías circular. Hubo que regularizarlos y hacer los comprobantes para que puedan transportar la mercancía en medio de las restricciones”, ejemplifica Romina.
“Uno es medio todólogo. Participar de las ferias, ir a reparar las camionetas, revisar empadronamientos, liquidar viáticos; si hay que hacerlo, se hace”, remarca Romina, que además participa, junto a INTA y Senasa, de capacitaciones en Buenas Prácticas Agrícolas para profesionales. Un poco de todo.
Casada con su novio de los 17 años, tiene dos hijos. Durante la pandemia atravesó un tratamiento por cáncer de mama, que la tuvo más de un año fuera de la oficina. “El día anterior a la operación me llamaban productores, porque yo daba mi teléfono. Entonces uno prioriza otras cosas, pone otros límites, que es lo que estoy tratando de hacer ahora”, reflexiona Romina, y cuenta que siempre fue una persona a la que le gusta salir con amigos y divertirse. “Y cocinar, me resulta muy terapéutico. Pero no para todos los días”, aclara.
“Soy primera generación de universitarios, junto con mi hermano Miguel, que también trabaja en el Estado. Para mis viejos, electricista y ama de casa, es un orgullo enorme”, cierra Romina.